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miércoles, 11 de julio de 2012

La propiocepción

La propiocepción, es la capacidad del organismo para detectar los movimientos y las posiciones de nuestros segmentos corporales en el espacio. Es un sentido más (aunque hay autores que lo incluyen dentro  del tacto como una extensión de éste). Es interoceptivo, lo que quiere decir que en vez de responder a estímulos del exterior, percibe sensaciones internas.
Su trabajo tiene especial importancia en la práctica deportiva, ya que los gestos deportivos requieren de una coordinación más especializada que las actividades cotidianas.

Vamos a intentar explicar su funcionamiento de una forma lo más simplificada posible, aunque en realidad es un mecanismo muy complejo que depende de una gran cantidad de vías nerviosas.
En primer lugar tenemos unos receptores propioceptivos que se encuentran en los músculos, tendones y estructuras articulares, que son los encargados de recoger la información propioceptiva (movimiento, estiramiento, carga, presión, aceleración, etc.). Estos receptores enviarán esta información a la médula espinalAquí pueden ocurrir dos cosas: 
1) Que en la propia médula se elabore una respuesta refleja, rápida e involuntaria. Sería el caso del reflejo miotático y el miotático invertido.
2) Que esta información ascienda por la médula hasta los centros de control motor superiores. El cerebro y el cerebelo. Ellos elaborarán un patrón de movimiento más complejo como respuesta a la información recogida por los receptores propioceptivos. Y estas órdenes se transmitirán a los músculos pertinentes a través de los nervios motores, pasando previamente un filtro de modulación de tono, equilibrio y control postural.

Cuando aparece una lesión, a la vez que se dañan diferentes estructuras (músculo, tendón, ligamento...), estos receptores se dañan también, apareciendo una alteración en la sensibilidad propioceptiva, en la asimilación de esa información y en la elaboración de respuestas aferentes que serán erróneas. 

Si además de la lesión, ésta implica inmovilización, el borrado del esquema motor se agrava todavía más, ya que mientras mantengamos el segmento lesionado inmovilizado, los receptores no recibirán estímulos, el sistema nervioso dedicado a recoger información propioceptiva "dormirá".

Si tras esta lesión, nos confiamos pensando que curará sola, o erróneamente asumimos que está curada porque el dolor haya desaparecido, corremos un riesgo grande de que ésta se repita, en especial en deportistas, ya que someten sus articulaciones a esfuerzos mucho más exigentes. Por no hablar de que la vuelta a la rutina de entrenamiento y competición habitual será más lenta y traumática.

Es fundamental el reentrenamiento propioceptivo tras una lesión para conseguir una recuperación lo más completa posible. Evitaremos recidivas, se recuperará la confianza en la articulación lesionada en un plazo más corto de tiempo y en caso de tratarse de un deportista, éste se readaptará a su deporte con buenas sensaciones más rápidamente también que si no la trabajásemos. Cuanto más entrenemos un movimiento, más automatizado estará y mejor elaboraremos las reacciones tanto de respuesta/protección (feedback), como de anticipación (feedforward), a situaciones parecidas.

Resultaría muy interesante integrar este tipo de entrenamientos en la planificación de cualquier deportista, como herramienta para la prevención de lesiones. El trabajo propioceptivo no se encuentra protocolizado, ni existen estudios que nos digan qué tipo de ejercicios, en cuántas sesiones ni de qué duración resultarían más eficaces. Sí está en cambio comprobado, que su realización con regularidad disminuye la aparición de lesiones durante la temporada.